martes, 18 de mayo de 2010

Abre los Ojos

Creo que la vida es algo así como una película de Amenábar, un laberinto.
Me refiero, por ejemplo, a la connotación de los sueños y a su relación con la realidad. Quiero decir, soñamos con algo que apenas nos paramos a pensar durante el día, y ese sueño puede perseguirnos durante todo el día, o durante semanas que peligrosamente puedan convertirse en años. Y a veces no solemos distinguir los sueños de la realidad, o al menos a mi me ocurre. Podemos morir, desfigurar nuestro alma como Dorian Grey o asumir la propia vida como una derrota, y, en cambio, todo puede cambiar en cualquier momento, como al despertarnos. Podemos vivir en una realidad múltiple y pensar que nuestros propios argumentos pueden rotar lanzándonos al abismo. Y, de repente, despertamos. Despertamos y vemos un cuarto oscuro que igual es como otra dimensión.
Sé que Amenábar con Abre los ojos buscaba crearnos preguntas a base de cruzarnos los colores de los hilos que componían el argumento, mezclarnos las ideas, crearnos preguntas, confundirnos.
Pero no anduvo muy lejos de desenmascarar la realidad.
Estefanía Ramos

viernes, 7 de mayo de 2010

Le Beau Serge - Claude Chabrol (1958)

Al final de la escapada y Los cuatrocientos golpes suelen eclipsar al resto de películas fundacionales de la Nouvelle Vague y, a veces, se olvida la importancia de una película como Le beau Serge de Claude Chabrol. Algo injusto.

Cuando se estrenó Le beau Serge en 1958, antes de que los primeros largometrajes de Godard y Truffaut se proyectasen por primera vez, la revista Cahiers du Cinéma ya parecía haber sentado las bases teóricas de uno de los movimientos más importantes en la historia del cine europeo. La importancia de Le beau Serge reside, precisamente, en su carácter fundacional al llevar a las pantallas lo teorizado en la revista francesa y, al margen de su relación con cualquier corriente cinematográfica, en su propia calidad.

François. Marie y Serge

La historia de Le beau Serge es de apariencia sencilla: François -Jean-Claude Brialy- regresa a su pueblo natal tras varios años en la ciudad con la intención de recuperarse definitivamente de una afección pulmonar. Sin embargo, pronto se dará cuenta de que la vida en el pueblo -Sardent en la realidad, situado en el centro de Francia- poco tiene que ver con lo que él recuerda. Serge -Gérard Blain-, uno de los mejores amigos de la infancia de François, parece ser un personaje completamente distinto. Desde el primer momento en que el espectador ve a un Serge totalmente ebrio e incapaz de reconocer a su amigo, la sensación de pesadumbre que parece rodear a la vida de Serge se hace latente. Poco a poco, se van introduciendo los hechos que han marcado la vida de Serge durante la ausencia de François.

La vida en el pueblo es monótona y triste. Cualquier ambición parece inalcanzable. François tuvo la suerte de poder ir a la ciudad, pero Serge no. El bello Sergio se quedó en su pueblo y el embarazo de Yvonne -Michele Meritz- le obligó a casarse con ella. La desgracia llegó de manera irremediable con la muerte de su hijo, mongólico, al poco tiempo de nacer. La vida de Serge se convirtió entonces en algo intrascendente.

Cuando François regresa, lo único a lo que Serge se dedica es a emborracharse con uno de los viejos del pueblo, Glomaud -Edmond Beauchamp-. Su relación con Yvonne no parece estar marcada por el cariño tampoco. Solamente la seducción de la Lolita del pueblo, Marie -Bernardette Lafont-, supuesta hija de Glomaud y que acabará encandilando a François también, parece sirverle de distracción. Ni siquiera el nuevo hijo que espera le sirve de esperanza, ante el temor de que vuelva a nacer con problemas.

El panorama con el que se encuentra François es, por lo tanto, desolador y, pronto, se dispondrá a cambiarlo. Sin embargo, el rechazo del pueblo será general. Serge parece completamente resignado y a pesar de las conversaciones que mantiene con François, le resulta imposible encontrar sentido alguno a su vida. François cada vez se siente más aislado en su regreso pero, a diferencia de Serge, no se resigna. Finalmente, el nuevo hijo de Serge nace y el papel de François es clave. Durante el parto, Yvonne se encuentra sola. Ni el médico ni un Serge borracho se preocupan por ella. En mitad de la noche, François sale a buscarlos y en la escena final pronuncia unas palabras clave, “He creído,” mientras Serge, por fin, esboza una sonrisa de verdadera felicidad.

Le beau Serge es, así, una película real. Claude Chabrol no utiliza ningún elemento artificial. Muestra la vida del pueblo como es: el aburrimiento de Serge; la locura de Glomaud que no puede reprimir sus instintos sexuales y viola a Marie, su supuesta hija; el miedo de la mujer de Serge, Yvonne; etc. Aún así, también hay espacio para la belleza: la pierna desnuda de Marie, la melancolía general que impregna varias escenas de la película, las constantes escenas exteriores del pueblo o la sonrisa final de Serge.

El debut cinematográfico de Chabrol no posee el encanto parisino de Al final de la escapada ni dio lugar al personaje histórico de Antoine Doinel, pero es un film imprescindible que impregna de realidad la pantalla. Indispensable si uno ama a la Nouvelle Vague.

Serge sonriente

I am in love with Jean Seberg


MSP

Extraños en el paraíso - Jim Jarmusch (1984)

Si se observa la vida de una persona y no ocurre aparentemente nada, ¿se puede encontrar algún tipo de placer? Cuando uno ve la película de Jim Jarmusch, Extraños en el paraíso, inmediatamente, se hace esa pregunta. Extraños en el paraíso es especial porque resulta interesante sin que en la película ocurra algo realmente llamativo a primera vista. Los dos personajes masculinos, Willie y Eddie -John Lurie y Richard Edson respectivamente- no son ni guapos ni inteligentes. Más bien son todo lo contrario. No tienen ningún tipo de trabajo en particular y sus únicos entretenimientos son apostar en las carreras de caballos e ingerir comida basura. Willie y Eddie no son héroes: son personajes muy sencillos que deambulan sin ninguna meta fija vestidos como Belmondo en Al final de la escapada. Su vida es completamente gris.

El tercer personaje principal es Eva -Estzer Balint- una joven húngara, prima de Willie. Eva vuela a Nueva York con la esperanza de encontrar un nuevo mundo pero su viaje, como una de las primera escenas de la película en la que camina por los tristes suburbios neoyoquinos, resulta ser una tremenda ironía: el sueño americano es una falsa ilusión. Los EEUU son el lugar donde los sueños se hacen realidad, pero lo único que encuentra es la monótona y aburrida vida de su primo, que hace tiempo que olvidó su pasado europeo, y a su amigo Eddie.

MSP