miércoles, 10 de febrero de 2010

2001, Odisea en el Espacio

A la novela le he dado dos interpretaciones.
Primera: la evolución de la especie humana está guiada por una inteligencia superior, ¿extraterrestre?, simbolizada por el monolito. Esta inteligencia le sugiere al mono Moonwatcher que utilice herramientas para dejar de ser herbívoro y convertirse en carnívoro, así le resultará más fácil adaptarse a las condiciones del ambiente y estar mejor preparado para una posible evolución; además esas herramientas (el hueso de otros animales muertos) son un arma poderosa, símbolo de poder. Hasta aquí, esa propuesta me parece correcta. A continuación, el hombre moderno llega al espacio. El monolito le sugiere un nuevo salto en la evolución; éste consiste en la liberación de la materia orgánica (el cuerpo) que nos limita, y convertirnos en pura energía, en sólo inteligencia, un estado máximo evolutivo. ¿Convertirnos en algo así como dioses, en inmortales?. Esto me parece un tanto pretencioso; y además, aburrido. ¿Qué interés podemos tener en convertirnos en dioses y renunciar así a los placeres físicos que nos proporciona el tener un cuerpo?. Las limitaciones que tenemos, ¿no son precisamente un estimulante para que nos sintamos motivados a hacer cosas?.
Segunda interpretación: el máximo grado evolutivo consistiría en la búsqueda del centro del laberinto que llevamos todos dentro; la esencia de la especie humana y la realización de muchos de nuestros anhelos. Esto, al fin y al cabo, ha sido una constante en la historia de la humanidad; ya no me parece pretencioso y entra dentro de nuestra condición.
Bien, ya he dado las dos interpretaciones racionales que tengo de la novela. A partir de ahora me olvido de ellas y me quedo con lo que me hizo sentir la película. A ésta la veo de otra forma. Me parece que Kubrick prefiere las emociones a hacernos razonar. La película tiene momentos que alteran y revuelven el interior, como cuando se oye la música de Richard Strauss con el mono dando golpes con un hueso, o cuando Bowman intenta desconectar a Hal y sólo se oye la respiración del astronauta y al ordenador rogando para que no lo desconecte. Desde mi punto de vista el director apela a nuestros sentidos primarios y deja a un lado el razonamiento intelectual, emitiendo una serie de imágenes visuales y sonoras que nos hacen saltar en el sillón. Me quedo mejor con esta idea, por eso prefiero la película a la novela. No cambio por nada del mundo la emoción que siento al ver al mono golpeando el hueso (mientras la música aturde el cerebro) por el análisis racional de la novela. No tiene ni punto de comparación una cosa con la otra. Por algo las decisiones, dicen, vienen regidas siempre por una emoción.


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